Santa Clara 5--Tercer curso en Santa Clara by Enid Blyton

Santa Clara 5--Tercer curso en Santa Clara by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Blyton, Enid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Literatura juvenil
ISBN: 9788427218574
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2019-05-15T00:00:00+00:00


—¡No es verdad! —gimoteó Fern, horrorizada ante la reacción que había provocado la bomba que había soltado; incluso Alison se había puesto en su contra—. Si no hubiera dicho que pensaba echarme de la obra, me habría callado.

—Tal vez, pero te ha encantado tener este poder sobre Rachel, ¿verdad? —le soltó Alison con desprecio—. Supe que algo andaba mal cuando trajiste a Sara para la celebración de mitad de trimestre.

—¡No sé por qué os habéis enfadado todas tanto conmigo! —protestó Fern—. Deberíais estarme agradecida por haber aireado su secreto.

—Sí, eso es exactamente lo que has hecho —dijo Pat con frialdad—: airear su secreto, destruir el caparazón que Rachel había construido para protegerse. ¿Puedes hacerte una idea de lo mucho que debió de sufrir? La pobre debió de quedarse destrozada cuando le dijeron que no tenía ningún futuro en los escenarios.

—Por no hablar de la vergüenza que debieron de pasar sus padres cuando supieron que la escuela no la quería más como alumna —apuntó Isabel—. Debió de pensar que los había decepcionado.

—¡Y se estaba adaptando tan bien aquí! —suspiró Gladys—. Admito que al principio parecía un poco pagada de sí misma, pero ahora sabemos que esa actitud no era más que una pose, un modo de lidiar con lo que había ocurrido. Cuando la felicitamos por la obra que había escrito, se convirtió en una de nosotras.

—Sí, y eso no lo soportas, ¿verdad, Fern? Sobre todo cuando empezó a intimar más con Alison —se burló Janet—. ¡Y ahora lárgate! ¡Ya os hemos aguantado lo bastante a ti y a tu rencor!

Fern, desconcertada, se volvió hacia Alison con aire suplicante, pero esta la fulminó con la mirada y le espetó:

—Vete, Fern. Después de esto, tendré que pensarme muy bien si quiero seguir siendo tu amiga.

Y le dio la espalda. Fern, tal como había hecho Rachel hacía solo un instante, soltó un sollozo y salió corriendo.

—¡Ha sido horrible! —exclamó Doris con una seriedad que no era nada habitual en ella—. ¿Adónde habrá ido Rachel?

—Probablemente estará en el dormitorio —supuso Hilary—. Alguna de nosotras debería ir a ver si está bien.

—Ya voy yo —resolvió Alison—. Al fin y al cabo, es mi amiga.

Y entonces, de repente, se llevó las manos a la cara y empezó a llorar.

—¡Pobre Rachel! —gimió—. Me sabe muy mal por ella.

Janet le dio una palmada en el hombro y dijo:

—Tranquila, Alison. Estará mejor en cuanto sepa que ninguna la apreciamos menos por lo ocurrido. La verdad, no creo que puedas serle de mucho consuelo si te pones a llorar así cuando la veas.

Alison soltó una risita entre sollozos e Isabel dijo:

—Debería haber sido Carlota, la delegada de la clase, quien se hubiera hecho cargo de esta situación.

—Sí, pero, como siempre, Carlota no está cuando se la necesita —recordó Janet muy seca—. Ya iré yo a hablar con Rachel.

Todas estuvieron de acuerdo. Tal vez Janet tuviera la lengua afilada, pero tenía buen corazón y si algo no le faltaba era sentido común. Dos cualidades que iba a necesitar para poder hacerse cargo de la pobre Rachel.



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